Las nuevas tecnologías han venido para quedarse. Su evolución ha crecido de forma exponencial en las últimas décadas y continuará haciéndolo en las próximas.
Cuando yo empecé mi camino profesional en 1981, no había ordenadores en los centros. Si querías elaborar un examen o unos apuntes para los alumnos lo hacías a mano o, si pretendías una presentación más pulcra, con máquina de escribir. Voy a contar una anécdota personal: a los tres o cuatro años de empezar elaboré unos apuntes de Física para unos alumnos de lo que entonces se conocía como FP2. Buscaba resumir los libros, concentrar las ideas más importantes, elegir los ejercicios más adecuados… Lo hice con la Olivetti que me compraron con catorce años (verde, muy bonita). El trabajo fue ingente. Los utilicé un curso. Cuando los revisé al año siguiente vi tantas carencias, tantos cambios que hacer, añadir, quitar, cambiar el orden… Habría que reescribirlo todo y no tuve ánimos. En 1991 me compré el primer ordenador y vi los cielos abiertos. ¡Podía cambar lo que quisiera sin echar todo el trabajo por tierra!
Hoy día el salto es descomunal. Ya no se concibe una educación sin las nuevas tecnologías. Y no han desplazado al profesor, le han facilitado el trabajo. Ponen en contacto ideas, trabajos, experiencias de cualquier lugar del planeta. Han sido imprescindibles para acabar el último curso de una forma digna y terminarán con las pesadas mochilas,
Uno de estos días se ha celebrado el “Día de la Mujer Rural” y escuchaba hablar a una mujer que en un pazo gallego se había dedicado a la cría de huevos ecológicos y mermeladas caseras; decía que sin su promoción a través de las redes su empresa nunca hubiese alcanzado los seis millones de euros que había facturado el último año. Un claro ejemplo de desarrollo sostenible en el que las nuevas tecnologías vuelven a ser fundamentales.
Estamos inmersos en la denominada Cuarta Revolución Industrial y, como toda revolución, viene acompañada de cambios. Cambios que ya estamos percibiendo y otros que nos es difícil aventurar. Y tenemos que asimilarlos siguiendo la máxima de Darwin de que las especies que sobreviven no son las más fuertes, sino las que mejor se adaptan a los cambios. Habrá que pensar en reconvertir profesiones, si ser minero no tiene futuro, habrá que prepararse para ser especialista en Big Data o en Aprendizaje Automático (Machine Learning). Se especula que se necesitarán en los próximos años del orden de ocho millones de profesionales en estos campos.
Termino como empecé. Las nuevas tecnologías no tienen marcha atrás.
Isabel Alonso