A ver cómo escribo que no he sentido el confinamiento tan negativamente como parece que lo han vivido la mayoría de las personas. Los primeros días pase preocupación y miedo.

Pasados estos, resignación e incluso cierta complacencia con la situación, intentando ver los aspectos positivos: más tiempo para leer, conocer una capacidad de autocontrol, disfrutar la ausencia de ruidos (coche, obras, motos…), excepto los de las ambulancias y la policía que se hicieron cotidianos. Desde el balcón miré más a mis vecinos de enfrente. También me di cuenta de la fata que le hace a mi balcón una mano (o dos) de pintura y hasta me felicité por no haber tomado la decisión de cerrarlo como sí han hecho tanto vecinos pues suponía un contacto directo con la calle.

Me di cuenta lo vulnerables que podemos llegar a ser, lo preocupados que vivimos por cosas sin ninguna relevancia que esperamos que nos rellenen la vida. En definitiva, lo solos que estamos frente a todo.