Navegaba el bergantín con sus velas desplegadas al viento que parecían gaviotas, como si buscaran un destino en el horizonte. Las olas parecían que iban a envolver tan bello navío: su proa, como si fuera un afilado cuchillo, cortaba las grandes olas y era tal su elegante navegar que parecía volar sobre las aguas.
Sus movimientos eran delicados como si bailara en el salón más distinguido; atrás dejaba una estela que parecía una alfombra tan hermosa como si hubiera sido bordada por los mejores artesanos.
Contemplándolo, parecía que era irreal, salido de un lugar de ensueño, al mirarlo era como si se manifestara con todo su poderío, dando a entender que era el dueño del océano, como si fuera el único navío en el mar.