El gobierno dijo que estábamos en estado de alarma. Las personas estábamos viviendo una pesadilla. El mundo se paró y un enemigo invisible caminó por el planeta, llenando de miedo cada célula de nuestro cuerpo. Como en todas las situaciones extremas que vive el ser humano, el miedo sacó lo mejor y lo peor de las personas, dependiendo de los valores que vivían en su alma.

Los gobiernos empezaron a aprovechar la situación para quitarnos derechos conseguidos después de años y siglos de lucha. Empezaron por dividir y vencernos convirtiendo a muchos seres humanos en pena contra otro ser humano, en policías sin sueldo en contra del que no pensaba ni sentía como ellos. La pesadilla iba creciendo, muriendo seres humanos constantemente solos. Seres humanos que habían vivido una guerra, que habían levantado un país, dejándose la piel y el alma en ello.

Nunca tuvimos derechos, solo obligaciones; esa es la parte de esta pesadilla que me parte el alma y el corazón y me llena de impotencia al no poder ayudarlos.