Érase una vez una vieja princesa que soñaba con casarse. Un día le llegó una invitación del Imserso para invitarla a un baile de disfraces. Ella y sus hermanas iban de unas ovejas negras bien feas. En esa misma fiesta, había un hombre disfrazado de zorro, al cual nuestra protagonista le tenía mucho temor ya que veía cómo quería hacerse con alguna ovejita. Llegó la hora del baile y comenzó la fiesta. En ese momento apareció un invitado disfrazado de cazador y salió corriendo detrás del zorro por todo el prado donde se celebraba el baile, ya que había descubierto sus feas intenciones.

La ovejita, que también estaba corriendo, al tener unas patas muy gordas tropezó y chocó con el zorro, que era un torpe. Ambos se miraron y comenzaron a reír. Tras una bonita velada, al volver a casa, ella notó que había perdido un casco en la fiesta. Finalmente, el zorro no consiguió su objetivo de cazarla y ella vivió felizmente y avergonzada de su hermosura sin nadie que la buscara.

                                                                                                                                                              Esther Morán